Vemos el Universo a través de nuestros ojos, y cuando ellos no alcanzaron inventamos los telescopios para ver más lejos. Nuestros ojos ven luz, y nuestros telescopios ven luces que nosotros no vemos y no podríamos. Ya que estos instrumentos detectan desde rayos gamma, hasta ondas de radio, dejando en el medio todo un espectro de ondas electromagnéticas como los rayos, X, ultravioleta lejano y cercano, luz en el rango óptico, infrarrojo, cercano, medio y lejano. Siendo nosotros ciegos a la mayoría de estas ondas electromagnéticas.
Las estrellas emiten grandes cantidades de luz, lo vemos en nuestro propio Sol, que ni siquiera es una estrella de las verdaderamente brillantes. La luz se esparce por el espacio y al alejarse de la fuente de emisión, se diluye en volúmenes cada vez más grandes y por lo tanto perdiendo intensidad. También hay en el Universo nubes de material interestelar oscuro que extingue la luz de las estrellas.
Entonces es claro que para «ver» más lejos necesitamos telescopios más grandes, que logren atrapar mucha más luz de la fuente original y así poder verla en todo su esplendor. Esta no es una idea menor, existe el mito muy popular de que los telescopios permiten una importante cantidad de aumento, como si fuesen una lupa. Esto puede ser cierto en algún caso, pero no es su función principal agrandar la imagen, tal como hemos señalado, los telescopios sirven para colectar grandes cantidades de luz de las estrellas y galaxias. Sobre todo para las que vemos como objetos en extremo débiles desde nuestro punto de observación en la tierra.
Cuando uno busca ver los objetos más lejanos, tiene el problema de que son los más débiles perdidos en el fondo de la noche. Pero eso no es sólo el problema, hay uno mucho más complicado. Es un hecho observado que nuestro Universo se expande, y al hacerlo las ondas de luz se alargan y por lo tanto, las vemos más rojas. Eso hace que un fenómeno atómico que se da en el azul, pasa a estar en el verde para objetos lejanos, luego al rojo para astros extremadamente distantes, y al infrarrojo para galaxias en los confines del universo observable.
Por esta razón el nuevo telescopio espacial, el James Webb, se ha diseñado para detectar luz infrarroja y de esta manera poder observar los objetos más lejanos del Universo.
Como la luz no se mueve a un velocidad infinita viaja mucho tiempo hasta llegar a nosotros. Por lo tanto esa luz nos cuenta como era el pasado cuando fue emitida. En el presente esos objetos astronómicos deben haber evolucionado. La luz de la galaxias muy lejanas nos muestra como eran la galaxias en la antigüedad. Uno de los estudios que se han realizado para estudiar las galaxias lejanas, y que al mismo tiempo nos cuenta como eran estas galaxias en el pasado, es lo que se llama el Hubble Deep Field, o sea el Campo Profundo del Hubble. Esta es una de las imágenes que pertenece a esos estudios.
Puede verse muchas de las galaxias antiguas que se han detectado en al imagen del estudio del Campo Profundo del Hubble.
Los astrónomos no sólo ven el presente, sino el pasado del universo. Los nuevos telescopios se están diseñando con el fin de que sean el equivalente a verdaderas máquinas del tiempo, pero como se planean para observar objetos lejanos, se los está diseñando para juntar mucha luz y por lo tanto tendrán tamaños enormes.