Expedición al CASLEO

La "rueda" en amarillo en la imagen es en realidad un contrapeso que imita en tamaño, forma y peso al espejo principal del telescopio y se utilizó en el montaje del telescopio Jorge Sahade.

Situado a 215 km al sudoeste de la ciudad de San Juan en Argentina, en un apartado páramo casi al pie de la cordillera de los Andes, con días secos y noches despejadas, se encuentra el Complejo Astronómico El Leoncito (CASLEO).

En Octubre de este año, tuve el privilegio de permanecer una semana allí, en el marco de un viaje de estudio organizado por la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas (FCAGLP) de la UNLP. Como parte de este viaje, estudiantes de la Licenciatura en Astronomía tienen la oportunidad de vivir y trabajar por una semana en este centro de investigación, poniendo en práctica conocimientos previos, desarrollando nuevas herramientas y adquiriendo experiencia sobre cómo es la vida de un astrónomo observacional.

San Juan y los buenos cielos

Saliendo de la ciudad de San Juan y luego de más de cuatro horas de viaje a través de un paisaje desértico y montañoso, interrumpido sólo por los ocasionales oasis verdes de un manzanal o de un viñedo, se alcanzan a ver, sobre el contorno de la sierra, las esperadas cúpulas blancas de los domos que forman parte del complejo.

Vista panorámica del Complejo Astronómico El Leoncito

El CASLEO está ubicado dentro del Parque Nacional «El Leoncito». La ubicación no es caprichosa, sino que este lugar se caracteriza por una gran oscuridad de su cielo nocturno, con noches despejadas, casi sin viento y con una atmósfera que en general es muy seca y libre de contaminación.

De hecho, a la noche es posible divisar a simple vista miles de estrellas más que en la ciudad, a tal punto que no queda región del cielo que no esté ocupada por estos pequeños puntos de luz. Además, es un gran espectáculo observar a la Vía Láctea brillando, como si fuera una mancha de leche que se extiende por el cielo, haciendo así honor a su nombre. Asimismo, no faltan quienes aseguraban que, en las noches más oscura, es posible ver sombras creadas por la luz proveniente del planeta Venus.

En resumen, este paraje posee todo lo necesario para hacer feliz a un astrónomo que quiere observar.

El Complejo

En el frente, las cabañas donde los astrónomos viven. En el fondo, la cúpula que contiene el telescopio Jorge Sahade.

El CASLEO fue creado en 1983 como un Centro Nacional de Servicios para la Comunidad Astronómica con el fin de mantener y operar las instalaciones a su cargo para la observación astronómica y toda otra tarea técnica o científica que contribuya al progreso de la ciencia.

Son cientos los trabajos que se realizan a partir del instrumental ubicado en el CASLEO: la observación de estrellas de diferentes características, galaxias y cúmulos estelares son sólo algunos de los objetos que se observan y que los astrónomos utilizan para investigaciones propias y con colegas de otros países.

Además, el CASLEO también se dedica a la divulgación de la astronomía, recibiendo visitantes para mostrarles los equipos y el trabajo que con ellos se lleva a cabo. Sin embargo, no deberían asustar si como bonus del recorrido los guías dicen algo como «No debería estar mostrándoles ésto, pero…» para después mostrarles un alien de utilería. Después de todo, los astrónomos también tienen sentido del humor.

Telescopio Jorge Sahade

El Instrumental

El principal instrumento del complejo es un telescopio reflector, aportado por la UNLP y bautizado «Jorge Sahade» en honor del astrónomo que propuso la construcción del CASLEO. Su espejo primario tiene 215 cm. de diámetro y el secundario 65 cm., pesa 40 toneladas e igualmente es capaz de moverse con la precisión de un reloj para compensar el movimiento de la rotación terrestre cuando está siguiendo a un objeto en el cielo.

Sin embargo, si esperan poder sentarse en un extremo del telescopio y observar a través de un ocular, quedarán decepcionados. La función de todo este artilugio es simplemente recoger la luz de objetos astronómicos y llevarla a un foco, donde se instalan otros instrumentos auxiliares para que sean éstos los que la analizan .

Estos instrumentos auxiliares son variados: fotómetros para medir brillos, espectrógrafos para analizar la composición química y medir velocidades, polarímetros para medir porcentajes de luz polarizada o simplemente detectores para tomar imágenes directas.

Telescopio polaco.

Repartidos por las sierras, se encuentran otros instrumentos más pequeños, pero no por ello menos importantes: sismógrafos, magnetómetros, cámaras para ver cuánto brilla el cielo y un GPS de alta sensibilidad que envía datos a la NASA para ver cuánto se ha movido el sitio (recordemos que este es un lugar sísmico).

Entre estos instrumentos más pequeños hay varios telescopios pertenecientes a otros países que, aprovechando las muy buenas condiciones meteorológicas aprovechan el lugar y realizan observaciones. Entre ellos, podemos mencionar un curioso telescopio de cúpula plana aportado por España o un peculiar telescopio instalado por Polonia que se abre como un bicho bolita y que, de acuerdo a la propia gente del complejo, asemeja a Marvin de la película «Guía del viajero intergaláctico».

Viviendo como un astrónomo observacional

Los días en el CASLEO no son sencillos, ya que es un trabajo arduo y poco convencional. Las jornadas comienzan a las 9 de la noche, cuando los astrónomos dejan el complejo en el cual comen y duermen, y se abren paso a través del frío y el silencio de la noche hasta el observatorio donde pasarán el resto de la noche.

Imagen de una galaxia, obtenida en CASLEO.

En el pasado quedaron los días en que observar consistía en nada más que el astrónomo con su fiel telescopio de mano y el cielo sobre su cabeza. Hoy en día, todo el trabajo se hace desde la comodidad de una sala de control, que a primera vista parecería algo sacado de la ciencia ficción: filas de monitores llenan la sala, ecuaciones que adornan las paredes y el ocasional ruido de fondo de la maquinaria encargada de mover el gigantesco telescopio.

El trabajo se realiza en su mayor parte desde computadoras. Primero se introducen las coordenadas del cuerpo que se desea observar en una computadora para que un colosal sistema mecánico mueva el telescopio hacia el mismo. Obtener los datos es sólo el comienzo, ya que éstos deben ser corregido por diversos factores, las imágenes deben ser reducidas para obtener información cuantitativa, etc.

Sin embargo, si se tiene paciencia, no hay nada que se compare con la emoción de ingresar las coordenadas y ver aparecer en la pantalla la hermosa imagen de un remanente de supernova en forma de cascarón o de una una galaxia espiral con sus majestuosos brazos, recordando que esa imagen no es sacada de internet, ni de ningún libro, sino que fue obtenida por uno mismo, en tiempo real y que el objeto en cuestión se encuentra en ese mismo instante en lo alto del cielo.

Cartel en las afueras de las habitaciones.

Las noches de observación pueden extenderse hasta las 6 de la mañana o incluso más en las largas noches invernales, con sólo una provisión de café y galletitas para sobrellevar el sueño. Cuando el horizonte comienza a aclarar en las tardías horas de la madrugada, el trabajo de la noche es guardado y los astrónomos hacen el camino de vuelta hasta las habitaciones para disfrutar de un muy merecido sueño, pero no sin antes ser despedidos por el Sol del amanecer.

 

El futuro de la astronomía observacional

En conclusión, la vida de un astrónomo observacional no es sencilla: hay que lidiar con una fuerte competencia por los turnos de observación, agotadores viajes, largas noches sin dormir, el gélido y ventoso clima de la precordillera y siempre acecha la amenaza de que se acabe el café. Tal vez por ello no es sorprendente que cada vez sean más quienes, haciendo uso de nuevas tecnologías, eligen hacer las observaciones remotamente desde la comodidad de su casa o su lugar de trabajo.

Amanecer en el Leoncito

Sin embargo, tal como me dijo el Dr. Luis Mammana, director interino del CASLEO, no hay nada que se compare con la irremplazable experiencia de pasar unos días en lo alto de las montañas, lejos de la ciudad, el ruido y la contaminación, contemplando en primera fila las maravillas de nuestro universo en una privilegiada comunión con las montañas y el cielo, manejando el instrumental con nuestras propias manos y disfrutando del privilegio de tener las estrellas prácticamente al alcance de la mano en este apartado pero mágico refugio para la astronomía.