Cómo estudiar la Tierra puede enseñarnos sobre la vida en Marte

Interpretación artística de la superficie marciana. Crédito: NASA.

Desde sus capas de hielo polares hasta el gigantesco Monte Olimpo (el mayor volcán conocido en el sistema solar) Marte es un planeta increíble, y misiones como el Mars Rover y Curiosity han dado lugar a fascinantes y reveladores descubrimientos.

Sin embargo, algunas de las investigaciones más interesantes sobre Marte no son realizadas en el planeta rojo sino aquí mismo en la Tierra, en ambientes que son muy parecidos a los de Marte en el presente o como lo era hace billones de años. Las investigaciones realizadas en estos ambientes, llamados análogos terrestres, han cambiado la manera de pensar acerca de la vida en la Tierra, en Marte y en los planetas rocosos en general.

Hay varias razones para estudiar estos análogos terrestres. En primer lugar, es mucho más práctico que viajar hasta Marte. Este viaje puede ser caro y difícil, después de todo ya estamos aquí en la Tierra, gratis. Además, tenemos demasiadas preguntas para responder sobre Marte pero son muy pocas las herramientas que se llevarían hasta el planeta en una misión.

Una de los mayores misterios del planeta rojo es si alguna vez albergó vida. Por ende, buscar lugares en la Tierra que se asemejen a los ambientes que se podrían encontrar en Marte puede darnos una buena idea acerca de qué clase de adaptaciones podrían haber desarrollado los organismos para sobrevivir allí. Por ejemplo, en nuestro planeta existen organismos microscópicos, llamados extremófilos, los cuales son capaces de sobrevivir en ambientes muy extremos, como a las gigantescas presiones del fondo oceánico, las gélidas temperaturas de los polos o en los lagos súper ácidos cerca de los volcanes. Si estas criaturas son capaces de vivir en condiciones tan extremas aquí en la Tierra, ¿podrían hipotéticamente organismos parecidos sobrevivir en condiciones similares en Marte?

Minas de Naica, México.

Un ejemplo de estos ambientes son las minas de Naica, en México, las cuales son increíblemente calientes y húmedas. Estas cuevas son parecidas a lo que habría sido el subsuelo marciano cuando el planeta era mucho más húmedo y cálido. Se sabe que este ambiente subterráneo existe en Marte pero no sería posible explorarlo por ser súper riesgoso y una misión subterránea en otro planeta sería muy costosa.

De estos experimentos se han descubierto algo increíble: existen colonias de microbios latentes dentro de pequeñas burbujas de agua incrustadas en los cristales de la cueva, las cuales se formaron a medida que los cristales crecieron. Estos microbios se encontraron en estado de animación suspendida y los científicos fueron capaces de revivirlos luego de siglos de estar «congelados».

Este resultado nos dice dos cosas: primero, que si organismos pudieron evolucionar en Marte cuando las condiciones del planeta era más «amistosas» para la vida entonces podrían haber sobrevivido en ambientes similares a estas cavernas y, segundo, que éstos son muy buenos lugares para buscar señales de vida pasada o presente.

Valle Seco de McMurdo, Antártida.

Esta estrategia de sobrevivir en rocas también ha sido adoptada en en los Valles Secos de McMurdo, un sistema de montañas en la Antártida. Estos son el opuesto a las minas de Naica, ellos son desiertos super fríos que se asemejan mucho a las estepas secas y congeladas del polo norte marciano.

Los ingenieros utilizan los Valles Secos para probar instrumental que más adelante será enviado a Marte y los astrobiólogos los usan para explorar el potencial de Marte para albergar vida.

En condiciones tan secas y gélidas como las de estos valles se han encontrado algunas formas de vida que han logrado prosperar en forma similar a los microbios de Naica, a pesar de las grandes diferencias entre ambos ambientes. Se los conoce con el nombre de endolitos fotósintéticos, o para decirlo en forma simple, organismos que viven dentro de rocas y que se alimentan de la luz solar a través de la fotosíntesis (¡al igual que las plantas!). A pesar de no estar expuestos directamente a la luz solar, viven en rocas semi-traslúcidas que dejan pasar algo de luz al mismo tiempo que los protegen de las condiciones inhóspitas del desierto antártico.

Imagen de la superficie marciana, sacada por el Curiosity. Crédito: NASA-JPL.

Tanto Naica como los Valles Secos albergan organismos cuyo adaptación para sobrevivir en ambientes tan adversos podrían también servir en Marte. Como el planeta rojo posee una atmósfera muy tenue y no tiene campo magnético, su superficie está constantemente bombardeada por radiación solar. Sin embargo, si la vida hubiese podido evolucionar para sobrevivir en ambientes subterráneos estaría protegida y hubiese podido sobrevivir durante gran parte de la historia temprana de Marte, siempre y cuando se cuente con el tipo correcto de roca.

De esta manera, jugar con la idea de dónde la vida puede sobrevivir podría darnos una pista sobre dónde buscar señales de vida en el Sistema Solar. Gracias a ello, sabemos que si queremos encontrar microorganismos fuera de la Tierra deberíamos apostar por las plumas termales en los fondos océanicos de Encélado o las capas de hielo polares de Marte.

Estos descubrimientos aquí en la Tierra han proporcionado una «ventana» a la historia de Marte y su potencial capacidad para albergar vida, tanto pasada como presente, sin necesidad de abandonar la comodidad de nuestro planeta. A medida que se siga explorando nuestro Sistema Solar y más allá, estos hallazgos nos permitirán definir mejor un planeta habitable, todo gracias a un puñado de microorganismos.